Cuando Ramiro llegaba voleando la canasta de los tamales y silvando, era porque había vendido toda la carga. Su madre Agustina entonces lo abrazaba y lo besaba y muy eufórica empezaba a hacer las cuentas mientras decía:
—Esto metí en el principal; se vendieron tantos tamales, a tanto: Entonces me gané tanto…
Pero cuando Ramiro -mozalbete aún adolescente- llegaba cabizbajo y callado, era señal de que no había vendido casi nada, o nada; o que la mayoría de los tamales habían sido fiados.
Un buen día Ramiro llegó llorando.
—¿Qué te pasó muchacho? —Angustiada le preguntó Agustina.
—“Las Señoritas” de la “Casa de las Malas”, las de “El Oasis”, me quitaron los tamales y me sacaron de allí a empujones y sin pagarme el dinero.—Respondió amilanado el muchacho.
—¿ Y por qué no le dijo esto a la Directora? —Tornó a preguntar la madre.
—Porque allí no se sabe cuál es la Directora, mamá—. Y prosiguió: —Pero la más vieja me dijo que me fuera y no molestara más. Por eso yo me vine. —dijo el muchacho llorando a lágrima viva.
—Pues vamos a ver qué podemos hacer—, dijo la madre para consolarlo, aunque se sentía muy triste pensando que ese día el principal invertido en los tamales, había sido fiado en la tienda de Don Joselucio, y que por lo tanto, esa había sido una venta perdida.
El próximo sábado, día en el que Agustina preparaba los tamales, ésta le dijo a Ramiro:
—Arrime al “Oasis”, donde “las Señoritas” y déjeles regalados estos cinco atados (cada atado tenía dos tapas o paquetitos), y dígales que se los mando a regalar yo.— No más.
Así lo hizo Ramiro ante el asombro de las muchachas quienes en vez de ver al muchacho, esperaban ver a los agentes de la policía pidiéndoles cuentas por el abuso cometido. Entonces se sintieron atónitas mas felices, y le dijeron al muchacho quien las miraba receloso sin comprender la actitud conciliatoria y noble de su progenitora:
—Dile a tu madre que se lo agradecemos muchísimo. —le dijeron hasta con cierto asombro. —¡Se ve que ella es una buena mujer!
Al sábado siguiente Agustina le dijo a su hijo:
—Hoy no vas a llevar tamales regalados, pero arrima allí donde “las Señoritas” de “El Oasis” y se los ofreces.
Ramiro cumplió sus órdenes. Entonces una de las muchachas le dijo:
—No temas muchacho, que no vamos a hacer de nuevo lo que te hicimos.—Y continuó: —Aquí tienes el dinero por lo que te quitamos; déjanos cinco atados fiados, que te lo pagaremos el próximo sábado y dile a tu madre que la admiramos mucho porque es muy noble e inteligente.
El próximo sábado Ramiro volvió allí. Las mujeres le tenían el dinero por los cinco atados fiados y le dijeron:
—Habla con tu madre y dile que de ahora en adelante, le compraremos toda la producción, pues aquí vienen mchos clientes en los fines de semana y para el tiempo de las ferias.
Así fue como de allí en adelante, Agustina preparaba los tamales y Ramiro no tuvo que andar más brindándolos por todo el pueblo. Por increíble que parezca…¡las prostitutas fueron su mejor cliente!. El fango de su vida no había acabado aún con sus sentimientos. Todavía conservaban un resquicio de nobleza…